sábado, 29 de septiembre de 2012

Un cuento sobre la Justicia (Parte 2)


Sí, sé lo que se están preguntando, que tiene que ver el rey número décimo cuarto, sus príncipes, que los grandes momentos de su vida, no serán necesariamente las cosas que hagan, también lo serán las cosas que les ocurran y yo, bueno pues pongan atención.

El rey amaba el pie de bayas azules que crecían en las afueras del reino, recoger las bayas implicaba arduo trabajo para una sola persona por lo que cuando las recolectábamos íbamos todas las monjas y yo, por lo regular traíamos cantidad suficiente para muchos, muchos pies, de dicha forma salíamos una vez al mes. La madre superiora enfermó de gravedad, así que las monjas la cuidaban en lo que otras cocinaban y olvidaron la recolección de bayas, fue entonces que me enviaron a recolectar lo más que pudiera de bayas azules al bosque y regresara rápidamente para ir al palacio real.

Mientras estaba recolectando un carruaje se detuvo delante de mí, el chofer me pregunto que cuál era el camino correcto para llegar al palacio, señale el camino y seguí con mi trabajo, hablaron entre ellos, fue entonces cuando bajo un joven, no era guapo, pero tenía una voz cálida y una sonrisa que al recordarla automáticamente sonrió como si estuviéramos en ese mismo momento, cuando pienso en él mis ojos ancianos me brillan y estallan de felicidad.

- la vereda se divide en dos caminos ¿me puedes indicar por donde debemos ir? - me indicó el príncipe

- a la derecha - respondí y baje la mirada

- discúlpeme si sueno insolente pero sabe cómo es el rey, mi padre, el rey décimo cuarto es amigo del rey, viviré una temporada en su reino y quisiera saber cómo deberé tratarlo

- es distraído – susurré -  no sabe como vive la gente de su reino - y pensándolo mejor creo que me escuchó porque me dijo:

- sería agradable platicar con alguien que ha vivido toda su vida en este reino, que me cuente aventuras y lo que se puede hacer en su lugar de origen, me puedes indicar dónde te puedo localizar para platicar – y sonrió

- conocer al rey y conocer a su pueblo es como conocer el sol y la luna, los dos existen pero no se juntan sin causar un eclipse, ni el rey ni el pueblo saben como son las aventuras del otro, así que príncipe ¿a cuál de los dos quieres conocer?

- te encontré de causalidad este día, tal vez el destino nos vuelva a cruzar

Toda mi vida había trabajado con el afán de obtener algo a cambio, no se te otorgaba algo sino había trabajado o luchado previamente por eso pero con él fue diferente, yo no lo hubiera conocido, no me esforcé para encontrarlo, sólo ocurrió. Subió al carruaje y continuo su camino y yo también lo hice, sin embargo las palaras del príncipe fueron proféticas, esa misma noche en el castillo entró a la cocina  escapando de la ruidosa fiesta, así la describió él, buscando un refugio y me encontró nuevamente y platicamos…resultó que el sacerdote fue su maestro durante su estancia en el castillo, por lo que me llevaba para ayudarle durante las clases. Conforme paso el año de su estancia la amistad se convirtió en amor, primero nos veíamos en el castillo, durante las clases y las fiestas, posteriormente fuera de él, todos los días hablábamos, me contaba de su reino utópico, de su familia y de lo maravilloso que seria vivir ahí los dos. Por primera vez alguien tomaba en cuenta lo que yo pensaba, le importaba mi opinión y siempre se preguntaba porque yo tenía más argumentos que él sino había tenido grandes estudios. Ese año viví la época más feliz de toda mi vida pero no existe fecha que no llegue y el príncipe tuvo que partir, con la promesa de que regresaría por mí antes de regresar a su reino y…así fue.

Cuando tenía dieciocho años llegó un carruaje a la iglesia, un hombre habló con el sacerdote y esa misma noche todos me despidieron, subí al carruaje y viaje por días y noches enteras, había perdido la cuenta de cuantos días llevábamos viajando cuando por fin llegamos, todavía puedo sentir el frío nocturno que me hacía temblar cuando baje del carruaje y entre al castillo, mi nuevo hogar. Todo el reino era tal cual lo que el príncipe me había contado.

Comprendo que es importante decir que fui la prometida del príncipe y vivía en el castillo, programaron la boda en fecha posterior a la coronación del nuevo rey número décimo quinto. Después de conocer a todos en el nuevo reino, supe que el hermano gemelo del príncipe también vivó en el reino del que yo provenía pero jamás lo conocí, ver a los dos juntos era una cosa muy…peculiar, su rostro era totalmente distinto y su forma de ser, bueno pues los dos eran fuertes y trataban de imponerse, la única diferencia es que mi entonces prometido era mas dócil y su hermano más violento.

El rey décimo cuarto tuvo miles de reuniones con el consejo de sabios y no podían llegar a ninguna solución de quien sería el nuevo rey. En vista de tal fracaso el rey junto a todos, pero al decir todos fue a todo el reino, desde la familia que vivía en la última casa del límite del reino hasta las personas que dormían en el mismo castillo. El rey número décimo cuarto, habló y dijo que el reino, no había estado nunca ante tanta dificultad para elegir su próximo rey, entonces la solución más justa era dividir el reino en dos, construir una muralla que dividiera el reino y cada uno sería rey en la mitad de su reino, todos se sorprendieron y más aun se sorprendió el rey número décimo cuarto cuando los príncipes aceptaron. Sonreí un poco al ver la cara del rey cuando no supo que decir, muy en el fondo sigo creyendo que alguno de los sabios le contó una historia que las monjas me contaban acerca de un rey “Justo” llamado Salomón, quien impartió justicia cuando intento partir en dos a un niño, bueno pues creo q el rey intentó hacer lo mismo sólo que no pensó que los príncipes quisieran dividir el reino, entonces el rey no supo si hizo lo correcto o no, aunque años más tarde sabría que lo que hizo fue sentenciar a su propio pueblo.

Así las cosas, construyeron una muralla a la mitad del reino destruyendo casas, trabajos y todo lo que estuviera cercano a la muralla, sí podrían transitar de un reino a otro y era muy necesario porque las familias quedaron divididas, algunos negocios estaban de un lado, las tierras fértiles del otro, la caballería estaban en el otro y todo fue un verdadero caos. Los sabios le decían al rey que estaba a tiempo de detener esa locura, que nombrara a un rey y parara la destrucción de su reino pero el rey se empeñaba en que dividir el reino entre sus dos hijos y darle a cada uno lo que les corresponde, eso era lo justo, los sabios cuando escuchaban esa respuesta le decían al rey – y ¿qué es lo que verdaderamente les corresponde a cada uno de tus hijos? – y el rey decía - pues la mitad de su reino.

Sigo pensando que el rey no entendió las palabras de los sabios porque los príncipes no merecían ser reyes por el simple hecho de que accedieron a dividir un reino perfecto en dos, en su propio beneficio y en perjuicio de sus súbditos. Terminaron de construir la muralla y coronaron a los dos nuevos reyes en sus distintos reinos, lo gracioso era que los dos eran el número décimo quinto.

Un día, y jamás sabremos que fue en lo que en realidad sucedió, el rey, su reina y todo el consejo de sabios amanecieron muertos, fueron envenenados por la noche, a la mañana siguiente no hubo nada que hacer salvo sepultarlos con los honores reales. Los dos nuevos reyes vivieron en nuevos palacios, destruyeron el viejo castillo y continuaron con sus vidas.

Poco a poco las cosas empezaron a cambiar…las personas de un reino no podían visitar el otro reino, ambos reinos carecían de algo que el otro reino tenía y que obviamente ninguno de los dos se prestaría, los gastos del nuevo castillo y la construcción de cosas necesarias para la vida social requirieron dinero por lo tanto comenzaron a cobrar impuestos a las personas, ese bello reino utópico se comenzaba a deteriorar y se parecería cada vez más al reino del que siempre quise huir.

Mi boda estaba destinada a celebrarse en la siguiente primavera sin embargo las discusiones entre los dos reyes eran cada vez mayor, lo que finalizaría en una guerra entre ambos reinos y mi boda que se aplazaba siempre, jamás se realizó

¿Recuerdan el rey que reinaba mi antiguo reino? Bueno, pues él llegó a vivir con el hermano de mi prometido y era él quien lo incitó a la guerra, otro rey que provenía del norte, a quien mi prometido había ido a visitar en su viaje, era enemigo del rey de mi antiguo reino y también llegó a vivir con nosotros. El único resultado fue que la guerra que los de mi antiguo reino y los del reino del norte mantenían se trasladara a ese reino antes utópico, la lucha la seguían enfrentando los viejos reyes pues traían infantería de sus propios reinos pero en territorio que no les pertenecía.

Todas las noches hablaba con mi prometido, le decía que era una locura, era una injusticia las que estaba cometiendo en contra de su pueblo, ellos no merecían guerra, no merecían el hambre, le recordaba que todo había comenzado como una lucha con su hermano y ya lo habían trasladado a otras luchas que no eran suyas, él sólo me callaba y me decía que yo no entendía muchas cosas.

Cuando podía por las tardes llevaba tres damas de compañía con canastas llenas de comida y repartía la comida entre la población que no sabía que sucedía, que no comprendía porque cambiaron tanto las cosas. Un día una señora anciana, con quien me acerqué a darle de comer, me dijo que ella había vivido toda su vida en un mundo perfecto, que no supo que era perfecto hasta que cambió, supo que era la justicia a partir de haber vivido injusticias y supo que era la maldad cuando el ambiente perdió toda bondad. Nadie de la población se había cuestionado de como vivían ni de las bendiciones que los cobijaban hasta que lo perdieron y enseguida pudieron darle un verdadero significado a lo que perdieron.

Todos los días veía morir a la gente inocente y con ellos iba muriendo aquel simpático joven del que me enamoré hasta que no encontré ningún rastro de él, ya no me escuchaba, ya no me sonreía, había semanas que ya no lo veía, y las cosas en el exterior del castillo iban empeorando.

Así que hice lo que siempre había hecho: cambiar mi rumbo. Tomé algo de ropa, comida, dinero, un caballo y hui dejándole una nota. Me fui lo más lejos que pude, no sabía donde me encontraba así que cualquier lugar era perfecto siempre que no fueran los dos reinos en los que había estado.

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