DE
LA 1ª A LA 6ª GENERACIÓN
Maribel
LIMA ROMERO
La cuestión, no de las cinco
sino, de las seis generaciones de derechos aparece como ilustración de los
Derechos humanos como movimiento social. Las seis generaciones de derechos tienen su origen en una sociedad civil a la
que se califica de emergente para enfatizar su carácter de movilización
contestataria y, eventualmente, antisistémica. Son derechos ciudadanos y
políticos fundamentales, derechos económicos, sociales y culturales, derechos
de las generaciones actuales y futuras a disfrutar de una Naturaleza a la que
no se debe envenenar ni destruir de manera irreversible y, en relación con
ello, el derecho a la lucha social por un hábitat natural y social no
autodestructivo, el derecho ligado a la necesidad de construir una humanidad
responsable en el largo plazo, constituye la cuarta ‘generación’ de derechos. La
quinta se vincula con la incursión (su desafío es el manoseo) de las
tecnologías de punta en el mapa genético de la vida (ingeniería genética,
manipulación de seres humanos, plantas y animales con finalidad comercial de
corto plazo) y la sexta con la perversión del tiempo de existencia de las
personas humanas transformados operacionalmente en cosificados públicos y
consumidores mediante la categoría de valor de la esperanza de vida por el
agresivo mercadeo, ligado también a las tecnologías de punta y al poder
burocrático privado, de la transición entre los siglos XX y XXI.
Estas seis generaciones de
derechos proceden de diversas maneras de estar en el mundo y conferirle
sentido. También esquemáticamente, la primera generación de derechos surge
desde una mirada que aprecia a un individuo y sus fueros, les confiere el carácter
de naturaleza humana y genera con ello una noción cerrada de humanidad.
La segunda generación de derechos se gesta
en cambio en un imaginario sensible a las relaciones sociales y a los procesos
de individuación y agrupación social conflictiva que ellas constituyen.
De esta manera la demanda de
una relación que produzca universalidad y el rechazo de clases discriminadas,
acompañada de la afirmación del derecho a ser diferente, articulan la segunda y
tercera generación de derechos humanos. Se siguen de demandas de trabajadores,
pueblos colonizados o despreciados y de mujeres que configuran sus particulares
sociedades civiles emergentes y dan luchas casi nunca vinculadas y con éxito
diverso por la judicialización y reconocimiento cultural de sus derechos en
tanto expresión de humanidad diferenciada y plural.
La cuarta generación de
derechos es la demanda de las actuales generaciones por heredar a las futuras
una naturaleza y sociedad, no autodestructiva surge desde un imaginario
dialéctico, como los de segunda y tercera generación, pero reposiciona el
antropocentrismo, bajo la doble referencia a la necesidad de una especie humana
que se autoproduce como tal política y culturalmente.
La quinta generación de
derechos humanos se genera a partir de las posibilidades de intrusión de las
tecnologías de punta mercantiles en el mapa genético de la vida y
específicamente de la autoproducción personal y social humana. Se trata
centralmente de una demanda que busca proteger de manipulaciones genéticas
inconsultas u obligatorias la autonomía de las personas y las individuaciones
peculiares con sus efectos sobre la sociabilidad.
La demanda propia de una
sexta generación de derechos humanos se
vincula con la tendencia actual del mercadeo capitalista que hace del tiempo de cada individuo, determinado
como consumidor, es decir, de cada momento de su existencia, una oportunidad de
venta. El efecto de esta tendencia que se da los medios para universalizarse, es
el de una saturación fetichista del mercado que, en lo básico, vacía las
subjetividades mediante su escrutinio y manipulación, hace aparecer lo real
producido, al mercado, como natural y pervierte el carácter de autoproducción
responsable de las personas y de la especie, estrictamente, y ante la necesidad
imperiosa de constituir hoy política y culturalmente la especie humana, se
trata de una práctica de deshumanización sistemática más radical que la
tortura.
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